Hace años, cuando todavía no me había hospedado en un Hotel Boutique, el concepto me sonaba a hotel caro. Entonces acostumbraba reservar, como la mayoría, en hoteles de marca conocida. Hasta que un día, por contratiempos y suerte, llegué a Mérida por la noche sin reserva para hotel. Encontré donde guardar el auto y salí a caminar a buscar un lugar en donde hospedarme; en ese tiempo, no había en el centro hoteles de marcas conocidas. Incluso hasta la fecha, solo existen una o dos opciones de hoteles de grandes cadenas.
Así que, caminando y cansado, me encontré con una fachada colonial, con su puerta abierta que tenía una vista sencilla, pero impresionante. La tarifa era razonable y , además, ya me había enamorado la vista. Entrar a la habitación fue sorprendente, nada de lo que había visto antes, y el baño encantador, con detalles artesanales, ventanas a un jardín frondoso y a la piscina rematada por un muro de mampostería. Además, el hotel tenía pocas habitaciones, fue una experiencia espléndida. Ese lugar me hizo soñar con la posibilidad de vivir en Mérida en una casa sencilla, pero con esos detalles únicos y que son uno de los encantos del estilo de vida en esta ciudad.
Por eso llevo más de 10 años viviendo ese sueño que propició ese hermoso hotel boutique. Tal vez, si hubiera llegado a un hotel “normal”, no hubiera tenido el sueño, que después hice realidad, de tener el estilo de vida que disfruto aquí.