Como les hablé anteriormente, para mi, Mérida fue amor a primera visita, me comprometí con esta ciudad en Paseo de Montejo. Recuerdo perfectamente ese día, fue una mañana en la que estaba de visita y salí a la terraza de un hotel, era un martes a las 8:30 a.m., me senté, pedí un café. De repente algo me asombró y me enamoró, ¡no había tránsito!
¿Era eso posible? ¿me encontraba en una de las avenidas principales de la ciudad entre semana y no había claxonazos, insultos, gente a las carreras o puestos ambulantes? No había nada, absolutamente nada. Era como estar en un parque a la sombra de frondosos árboles con, tal vez, un siglo de edad.
Fue tan impactante para mí, que dije: “de aquí soy”. Decidí transitarla a pie y fue como pasear por una galería, quedé asombrado por sus bellas obras arquitectónicas y sus espléndidos árboles, donde habitan miles de aves, que le dan paz con su canto al que la camina, sin duda es una avenida con música propia. Desde entonces, para mi, Paseo de Montejo es la calle que canta. ¡Caminala, obsérvala, pasea en ella, escúchala!